Costa Rica es un país pequeño en territorio, desde su despegue como estado independiente ha surcado en los caminos del progreso buscando dar pasos de gigante. En sus 51 500 kilómetros cuadrados conformados por costas, playas, montañas, valles, llanuras y sol se respira la paz no solo como uno de los regalos de la madre naturaleza, sino también se mira en el rostro y vida de los poco más de 5 millones de habitantes que llaman hogar a esta reducida extensión.    

Sus grandes pasos es posible encontrarlos en pequeños detalles que son fuentes de valentía e inspiración, dignos de admiración para cualquier país a nivel mundial. Por cuanto, en su definición de Nación son pocos quienes han logrado incluir en su conformación de nación elementos como la paz, educación y desarrollo que presenta esta nación centroamericana. 

La paz nació de un mazazo

En 1949 posterior a una guerra de hermano contra hermano, la Primera Junta Fundadora de Costa Rica tomó entre sus funciones la ardua tarea de unir a un país dividido, para lograr redactar una nueva constitución, que se mantiene aún vigente. Ante este contexto se consolidó una de las decisiones más radicales que cambiarían la idiosincrasia costarricense, la cual formaría su futuro como nación, su política pública e internacional, entre otros aspectos, y esta fue la abolición del ejercito. Con un mazazo a una pared de un cuartel militar, como acto simbólico, el Estado apostó por la abolición del ejército. Marcando una nueva visión cual es no invertir en armas, sino en una población que creciera rodeada de un aire de paz y respeto, formada por la educación en las aulas y no en bunkers de entrenamiento. 

Hoy día es deber de cada persona preguntarse como la abolición de una institución como es el ejército, presente en casi cada país del globo terráqueo, excluyendo únicamente a unos pocos, puede afectar el curso de su consolidación y mantenimiento. En Costa Rica este acto permitió que la cultura de paz se convirtiera en la política transversal que aún en la actualidad refleja en leyes garantistas de los derechos humanos, en los planes de estudio escolares y en el actuar de cada costarricense. No por otro motivo, Costa Rica es sede de la Corte Interamericana de Derechos Humanos y la Universidad para la Paz o inclusive le prestó su nombre a la Convención Americana sobre Derechos Humanos, mejor conocida como: «Pacto de San José de Costa Rica». 

Estos son unos pocos ejemplos, más resulta suficiente ver el impacto de una nación sin ejército cada 15 de septiembre, fecha de la Independencia, cuando en las calles desfilan no ejércitos, sino estudiantes con banderas y tambores luciendo sus uniformes escolares o colegiales. La política de paz llegó a su mayor expresión con la promulgación de la Ley de Neutralidad Perpetua y políticas que efectivamente permitieron la movilización social. 

Educación para el asenso social

Con programas de educación que permitieran el progreso, con una educación primaria y secundaria gratuita y obligatoria e inclusive con una institución de educación superior pública como la Universidad de Costa Rica accesible a todo quien quisiera estudiar, este país ensanchó las hileras de la clase media con estabilidad económica y perpetuó por varios años.

Esta inversión en la educación y en la cultura de paz previno situaciones que fueron visibles en las otras naciones latinoamericanas durante los finales del siglo XX e inicio del siglo XXI como fueron dictaduras, golpes de estado o crisis de alta violencia. Por ello, es claro afirmar que, en el contexto convulso de América Latina, Costa Rica fue una isla de paz en medio del mar. Este estilo de vida remite a la simple dialéctica entre la cultura y las leyes, al ambas influirse entre sí de manera perpetua. En otras palabras, por varios años se vivió la idea que la cultura cambia a la ley y la ley cambia a la cultura siendo evidente en este país que ambas se conjugan. 

La inversión en una cultura costarricense con bases como la paz y educación buscaba la idea de dejar el gasto en unidades de artillería para invertir en libros educativos. La cultura de paz logró la consolidación de un Estado Social de Derecho con una ciudadanía consciente y activa. Ya que nunca se podrá negar que la educación es la mejor inversión por la que un país puede apostar y que una correcta inversión puede implicar un ahorro en el futuro de las sociedades. 

La decadencia y la incertidumbre

Empero, lo que fue en su momento de vanagloria, paz, educación y desarrollo, ahora está en vías de decadencia. La cultura de paz costarricense si bien se mantiene en el colectivo imaginario de la población, corre el peligro de convertirse en una posición de indiferencia y conformismo. 

La educación para la movilización social y el fomento del análisis crítico quedó atado en la burocracia típica de los países en vías de desarrollo. La educación para fomentar una ciudadanía activa y participativa no es más que la lectura de artículos legales fuera de contexto y su repetición absurda. Las escuelas modernas, se convirtieron en edificios viejos y faltos de mantenimiento. Aún más peligroso la educación de calidad se convirtió accesible para quienes pueden pagar colegios privados, incentivando la exclusión. 

Aun cuando Costa Rica continúa invirtiendo en la educación; por ejemplo, para el año 2018 se invirtió un 26,087 % del PIB en la educación, existe una falta de preparación de la población para la realidad costarricense. Inclusive el Estado de la Nación ha reconocido una tentativa de reducción de la inversión en la materia por la creencia que el “nivel de inversión actual por alumno es suficiente” en el contexto actual. Los problemas generados por una carente educación han resultado en una sobreproducción de leyes para palear las situaciones que debieron ser prevenidas en su momento. 

En un lapso de cuatro años la educación costarricense ha sido golpeada por una huelga del sindicato de educadores de tres meses de duración, una pandemia con clases virtuales no accesibles para la totalidad de los estudiantes, una crisis financiera que impide en la inversión, la imposibilidad de mejoras en infraestructura que obliga a recibir lecciones en iglesias y salones comunales, la poca variación y la resistencia a nuevos programas educativos que se acoplen a la realidad del país y las grandes brechas; han dejado al menos 20 444 de jóvenes entre 15 y 17 fuera de las aulas. El país se encuentra ante la angustia de ver una nueva generación perdida, con un derecho a la educación violentado. 

A pesar de la incertidumbre y la deficiente condición actual de la educación costarricense, no es posible decir que el camino está perdido. En su momento el país tuvo la valentía de hacer un cambio estructural para invertir en la educación. Ahora queda volver a recuperar la valentía y no solamente idear, sino también aplicar una reforma educativa de calidad. Una reforma que no solo se reduzca a la construcción de centros educativos seguros para los estudiantes, sino también que incluya una educación progresista en materia de sustentabilidad ambiental, informática, ciudadanía activa y global entre otros aspectos; como también que incluya a los mismos estudiantes. No hay mayor esperanza que ver que inclusive entre las filas de los mismos estudiantes y de la ciudadanía la voluntad de cambio sigue aspirando con esos pasos de gigante. 

Para recordar: 

  • Costa Rica no posee un ejercito desde 1949 y se ha tenido una democracia consolidada desde entonces. 
  • La inversión en la educación y en la cultura de paz previno situaciones como fueron dictaduras, golpes de estado o crisis de alta violencia visibles en las otras naciones latinoamericanas durante los finales del siglo XX e inicio del siglo XXI. 
  • Costa Rica requiere de manera urgente una reforma integral educativa que permita afrontar el futuro a nivel país.  

[1] (Instituto de Estadística de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura ( UNESCO ), 2021).

[2] (Programa Estado de la Nación, 2021)

[3] ENAHO. 2020. Asistencia a educación formal y nivel educativo de la población según zona y región de planificación, julio 2020.

Beatriz González Acuña
Estudiante de la Facultad de Derecho de la Universidad de Costa Rica
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