La historia comienza con un guarda de museo de arte contemporáneo que, afectado por la agresiva estimulación a la que lo expone su empleo, decide convertirse en artista, bajo la sospecha y el cuestionamiento de la aparente simplicidad de las obras que podemos ver de forma rutinaria expuestas en los museos. Es decir, esta obra, se basa en el descontento y la profunda duda sobre la dirección que manifiestan las propuestas contemporáneas, no siendo en absoluto distinguibles de los objetos cotidianos o presentados como recipientes vacíos de sentido.

En su ascenso a la fama artística, este guarda, encontrará como obstáculos, no la ausencia de inspiración, sino la manipulación retórica de la crítica. En esta obra, la despiadada especulación de los coleccionistas genera un enfrentamiento con los espectadores frente a esa línea blanca, la que delimita la obra y ese acto de fe, que nos llama a señalar algo parecido al «arte».

¿Qué mira la gente cuando nada los mira de vuelta?

Producto farmacéutico para imbéciles está basada en la crítica al arte, el arte moderno que existe en la sociedad actual. Su trama busca generar una reflexión sobre el profundo sentido del arte, sin descuidar el sentido del humor. Esta obra hace referencia a piezas y artistas de arte contemporáneo, además de utilizar la estrategia de burla.

Allá afuera estas cosas podrían pasar por basura, pero acá están tan celosamente guardadas y preparadas para la visita…

La totalidad del discurso que acompaña al arte contemporáneo es indignante. Atraen a grandes artistas, sin embargo, es suficiente conocer un poco de historia del arte para saber que no tienen un verdadero valor, es una estética vacía que se resguarda bajo el hecho de tener grandes intenciones. Las obras contemporáneas así físicamente se muestran carentes de valores estéticos y se escudan de tener grandes intenciones morales.

En otras palabras, para aceptar el arte como algo que no demuestra valores estéticos, se necesita un manual de instrucciones, un manual escrito por críticos de arte, gente del mundo de la cultura, de los museos, como si todos fueran partícipes de esta máquina de hacer dinero. De esta forma, la directora Véronica Bujeiro, habla sobre cómo quería invitar a que las personas dejaran de lado el pensamiento de «el teatro para gente culta» y se abrieran paso en el escenario. Esto, para ver la reacción de la gente frente a un espectáculo que se mezcla con la realidad, se deja la interpretación abierta al público.

Museos y la línea blanca dentro de la obra

El museo es como un estómago en donde se digiere la realidad

Los objetos dejan de ser lo que son en el instante en que cruzan el umbral del museo, de hecho, se puede decir que la obra es la que crea el contexto. Cada museo genera emociones, lo que se representa en una exposición puede influenciar lo que los visitantes conocerán, pensarán, recordarán y harán como resultado de lo que sintieron al experimentar la exposición.

Sin duda alguna invita a las personas espectadoras a cuestionarse su propia mirada, cómo miran lo cotidiano, y también cómo miran el arte. De esta forma, pretende invitar a las personas a ir a una sala de exposición o a un museo.

Autora: Zelda Walters para Sensorial Sunsets